viernes, 4 de mayo de 2012

Algodón de azúcar.



Corres pero tus pies no se mueven, entonces caes en cuenta de que no estás allá afuera, en el exterior. Que estás tumbada en tu cama y que las lágrimas saladas corren por tu rostro, limpiando tu alma y sacando el veneno de las heridas. Tu mente sigue ausente.

Estás es un parque, tus manos se aferran a un libro. Nadie te observa, nadie se detiene a preguntar que te ocurre. Claro, todos son lo suficientemente egoístas como para hacerlo, pero recuerdas que tu también lo eres. Entonces comienzas a odiarte.

Furia. Frustración. Enojo. Tristeza. Impotencia. ¿No te encanta el sabor de todas aquellas emociones mezcladas? Juntas forman la más dulce de las pociones, la más exquisita y mortífera. Sabes que sin ellas no serías quien eres, sin ellas no tendrías esas ganas de dejar todos los males atrás, no querrías salir adelante. No querrías huir lejos.

Entonces te enjuagas las lágrimas y sacas tu cuaderno verde, ese que guarda todos aquellos deseos ocultos de tu corazón. Escribes con tu lapicero cuya tinta está constituida por tus lágrimas. La tinta plateada comienza a verse en el papiro, no te detienes y escribes la misma fantasía una y otra vez. Los rayos del sol filtrándose por la copa de aquel árbol, tus dedos moviéndose hábilmente sobre el teclado. La burbujeante risa llena de inocencia de tus hijos, el cálido tacto de los labios de tu esposo con los tuyos.

Dejas de pensar en lo mucho que odias tu presente, y piensas en que puedes hacer para cambiarlo y llegar a aquel punto en tu futuro. '3 años más' repites en tu mente. Solo eso hace falta para que seas libre al fin. Respiras lentamente, cuentas los latidos de tu corazón. Abres los ojos y finalmente aceptas que estás en casa. Miras a la ventana, tu mirada se pierde en los sobrinos de tu vecina jugando en el césped. ¡Pero que fácil era la infancia! Que sencillo resultaba todo.

Te tarareas a ti misma una canción de cuna para calmarte, y te recuerdas lo fuerte que eres y que no vas a dejarte caer. Y ahí está tu cuaderno verde, y ahí está tu pluma de lágrimas. Un atrapasueños encima de la cabecera de tu cama, los libros en tu estantería personal con ese olor que amas en ellos.

Esto no va a durar por siempre, Moonchild. La vida no es así de dura todo el tiempo. Tienes amigos, no estás sola. ¿Qué más puedes pedir? Aferrare a tus sueños, nunca dejes de soñar con cumplirlos. El único consuelo que te queda es ese, que un día pueden volverse realidad.

Entonces no importará aquel amargo y a la vez dulce brebaje que tomaste. Cuando tu sueño sea una realidad, la vida te sabrá a algodón de azúcar.

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